Atriles en la plaza
hace 2 aƱosEmpecé a pintar acuarelas de forma intuitiva y en mi tiempo libre hasta que la necesidad de interpretar mi interior/exterior a través del agua se volvió un poco incontrolable. Tomé talleres, cursos, tutorías individuales y grupales que me daban otros puntos de vista para descubrir mis potencias y debilidades.

Compartir en un espacio de taller y aprender de otras artistas con mayor trayectoria, me ha permitido volver a mirar mis pinturas, descubrir aciertos en los errores, repensar mis propias propuestas y, en definitiva, aprender.
El junio del 2022 coincidí en un viaje a Coquimbo con el concurso de pintura in Situ “Pinceladas del barrio Inglés” y aproveché esa casualidad. Me inscribí, improvisé y sin ninguna expectativa de premio o reconocimiento descubrí mi forma favorita de pintar. Los atriles repartidos en la calle, al aire libre, en el espacio público me resultó algo maravilloso. Creo que es una forma hermosa de recuperar los espacios por y para el arte y acercarla a los barrios y la ciudadanía.
Desde entonces los concursos me parecen una buena excusa para viajar y pintar durante horas, o días, conocer artistas de diversas técnicas y territorios con quienes hacer comunidad.
En el 3er Concurso de pintura in Situ de Quilpué, organizado por la Asociación de Pintores y Escultores de Chile, APECH, éramos casi 30 participantes, solo dos acuarelistas. Cada artista interpretó el paisaje de la comuna con algunos metros de distancia entre sí, durante las 10 de la mañana y las 4 de la tarde. Algunas se instalaron en la plaza y usaron fotos de referencia, mientas otras nos inspiramos a pintar lo que teníamos en frente.

En la pintura plein air o in Situ se aprende a lidiar con los nervios, la inseguridad y la
incomodidad en el espacio público. La gente pasa mirando, pregunta cosas, opina y juzga.
Tienes una idea en tu cabeza que no se parece a la del papel y vas jugando con lo que tienes y sabes entre ojos curiosos. Es entretenido.
Todo parte con el timbrado de soportes en blanco para asegurarse que nadie traiga una obra hecha previamente. Después sigue la búsqueda del lugar ideal para instalar el atril y materiales para ponerse manos a la obra. Para esto yo di un par de vueltas a la plaza, busqué colores, luces atractivas, formas interesantes y, como siempre, me tomé mi tiempo en decidir. Hay quienes eligieron rápidamente su motivo; yo demoré al menos una hora.
Me gustaron unas palomas que se bañaban en un charco de agua de lluvia, también unas sillas plásticas que tomaban sol y luego me encontré con Toñito, un señor que vendía cachivaches y libros a $500 que me cautivó. Solo de indecisa volví a la escena de las palomas y habían barrido el charco. Chao palomas, hola desapego, hola Toñito de nuevo. Le pregunté si podía pintarlo y me contó que estaba todos los sábados en la mañana vendiendo cositas en la plaza.
Decidí que sería el representante/arquetipo de un paisaje urbano y humano ligado al comercio, al trueque y al trabajo que algunos llaman informal. Finalmente ¿Qué es paisaje? ¿Qué abarca?
Ya instalada, no cerca, ni lejos, preparé tres colores a partir de una tríada de complementarios y me concentré para encuadrar en un formato mediano y desafiante para la acuarela in Situ (50x60cm). Elegí qué elementos se quedarían y cuáles se irían de la escena frente a mí. En esas dimensiones es importante pensar en masas de agua y color porque, como decía Matisse “un centímetro cuadrado de azul, no es lo mismo que un metro cuadrado del mismo azul”.
Grafito suave para empezar, seguido de humedad y aguada inicial, gotas y colores para dar textura, figura y fondo. En este caso, como Toñito no sería Toñito, sino la representación de un personaje dentro del paisaje, decidí no pintar su rostro, pero sí su actitud, algunos objetos, sombras y manchas que dejaran ver un poco la realidad.

No me di cuenta y ya llevaba cuatro horas pintando. Las personas caminaban entre los atriles, preguntaban cosas y hacían apuestas simbólicas para adivinar quién se llevaría el premio.
Conversé con una persona, sin saber que era jurado, y como a cualquiera le conté sobre el concurso y mi tema favorito: la acuarela. Después reconocí a las tres artistas que deliberaban sorprendida, nunca había concursado con un jurado conformado únicamente por mujeres.
Cuando se acercaba la hora de entrega, mis pies y mi acuarela necesitaban un poco de sol, últimas pinceladas a la obra y ya, la entrego. Ahora a buscar comida y esperar el veredicto. (Nota mental: doble calcetín para próximos in Situ de invierno)
Al ser artista “emergente” siento que no tengo mucho que perder en los concursos y no me da tanto nervio. Al contrario: todo es aprendizaje. Encontrarnos en la pintura, ver cómo cada artista resuelve su obra, problematizar la diversidad de técnicas a partir de la poca presencia de acuarelas concursando, aprender de cada parte del proceso y además ganar el premio APECH. Todo fue ganancia. Todo el día pintando acompañada de toda clase de artistas. Un sueño. Y con premio: una ilusión.
Desde que la pintura dejó de ser sólo mi pasatiempo, la acuarela y el arte han sido una aventura muy entretenida en la que he aprendido de mí, mi entorno, de otros artistas y colectivos, y en este espacio quiero compartir información, datos, consejos o referentes que han sido parte de mi proceso y pueden hacerle falta a alguien. Por ejemplo qué cosas llevar a
una sesión de pintura al aire libre, conversaciones con artistas y actividades relacionadas a la pintura y el arte. También puedes seguirme en mi redes sociales donde voy compartiendo actividades, mi día a día, y actualizando mi catálogo. Y a ti ¿de qué te gustaría leer? Película recomendada: Van Gogh, en la puerta de la eternidad.