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Acuarela sin recetas: pintar más allá de las reglas

hace 5 meses

¿Existe una única manera de pintar acuarela? ¿Son válidos los siempres y los nunca en el arte, y en especial en la acuarela? ¿Será que siempre se debe pintar de más aguado a más espeso? ¿De más claro a más oscuro, reservando los blancos? ¿O será que podemos romper esas reglas para descubrir nuevas formas?

Por: Victoria Moreau.   /  Edición: Alejandra Delgado.

La acuarela, por su naturaleza, es un juego de agua y pigmento que, incluso con la mejor técnica, guarda bajo la manga un elemento sorpresa, aleatorio, inesperado. Entonces, tal vez sea paradójico tratar de encerrar en reglas estrictas algo que, por esencia, fluye.

Esta columna es una invitación a repensar los límites, reglas y maneras que tenemos cuando pintamos acuarela. Porque, cuando esas normas se vuelven leyes absolutas, las voces censoras internas comienzan a limitar la exploración, y creo que es en ese preciso momento cuando la acuarela comienza a quedar rígida. Por qué no preguntarse: ¿Y si hago todo lo contrario? Quizás, en ese experimento o en ese error inesperado, descubramos una nueva forma de pintar, una nueva serie, o tal vez confirmemos que la manera en que nos enseñaron es la que nos acomoda.

Crear y destinar tiempo a pintar es un lujo en el mundo de hoy, aunque cueste creerlo. Por eso, vale la pena preguntarnos ¿para qué seguir recetas rígidas si el acto de crear es, en esencia, un espacio de libertad?

Cuando comenzamos a pintar, no partimos de cero. Traemos con nosotros una historia de pintores y pintoras que nos anteceden con su visualidad. Estamos parados sobre los hombros de gigantes, cuyas obras habitan el inconsciente colectivo. Por eso, no es estrictamente necesario pintar como el uruguayo Alvaro Castagnet o el croata Joseph Zbukvic si nos gusta el paisaje urbano. O como los chilenos Israel Roa o Hardy Wistuba si lo nuestro es el paisaje rural chileno. 

En lo personal me atrae mirar su estilo, sus decisiones estéticas, pero ¿verlo repetido en cada pincelada? 

Esto nos hace valorar aún más el trabajo de la chilena Lea Kleiner cuya obra explora la creatividad desde otra sensibilidad. Su búsqueda artística comenzó con la fotografía y, en la acuarela, ha experimentado con el desenfoque, lo nuboso y el silencio a partir del trabajo con la humedad. Lo mismo sucede con la costarricense Silvia Monge desde un estilo completamente diferente. Su obra es una invitación a buscar una voz propia más allá de las convenciones: usa otros colores muy vibrantes, otro registro de mancha e incluso ha incursionado en otros soportes como el papel YUPO, sintético, impermeable, fabricado con polipropileno. 

Rosa Roja (1982), Lea Kleiner,  recuperado de museo casa de la acuarela

En su libro Roba como un artista, Austin Kleon nos recuerda que toda creación parte de influencias, pero que la clave está en mezclar esas influencias para encontrar un lenguaje honesto y propio. No nos limitemos a una única forma de hacer las cosas. En acuarela, esto puede traducirse en atreverse a profundizar en la humedad, usar el pigmento blanco directo del tubo, mezclar técnicas o combinarla con tintas, gesso, otros formatos e incluso materiales inesperados como la arena, la sal o el agua de mar. Experimentar con estos cruces no solo expande las posibilidades visuales, sino que abre puertas a formas personales de expresión y a un disfrute juguetón. Dejarse sorprender. 

En mi caso he estado jugando con la elaboración de polípticos en acuarela, también con las manchas muy muy aguadas, tensionando las formas, dejando blancos desde el inicio para luego tapar algunos con aguadas de blanco de tubo transparente, otorgando mayor complejidad a la obra. Últimamente, estoy utilizando técnicas que aprendí para aplicar en el paisaje, pero en figura humana, así como también técnicas similares al stencil que usaba cuando tenía 12 años aplicadas a mis trabajos ligados a temáticas de memorias y formas de recordar. Si antes aplicaba capas con spray, ahora aplico capas con colores vibrantes y aguados. 

Por todo esto, creo que conocer las bases técnicas es fundamental: saber cómo reacciona el papel, entender las proporciones de agua, dominar el degradado o el mojado sobre mojado que nos da un vocabulario visual más amplio. Pero, una vez que aprendemos el canon, también es importante permitirnos desafiarlo. Porque la verdadera voz artística surge cuando dejamos espacio para la intuición, para el error, para el gesto espontáneo, incluso para la rabia.

Cada artista tiene una relación única con su material. Hay quienes buscan un control absoluto de cada línea y otros que disfrutan del caos controlado del agua que corre libremente. Y ambas formas son igualmente válidas. 

Pero invito a que nos preguntemos por qué pinto lo que pinto; por qué lo pinto como lo pinto. Y definitivamente, evitar la voz que dice: porque así se pinta la acuarela.

Quizá, la próxima vez que pintemos, podamos hacer el ejercicio de escuchar menos esas voces ajenas autocríticas y permitirnos jugar, experimentar y, sobre todo, equivocarnos. Es en esos momentos de libertad, cuando soltamos el miedo a 'hacerlo mal', donde reside la verdadera magia de la acuarela.

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