Renato Órdenes: “Hoy el artista es un pensador que resuelve problemas”
hace 21 díasEl artista visual, docente e investigador en arte reflexiona sobre su tránsito hacia la interdisciplina, la aparición accidental de la acuarela durante la pandemia, y el modo en que el sueño —como experiencia, memoria y herencia familiar— se convirtió en el eje de su trabajo reciente.
Por: Alejandra Delgado
Renato Órdenes venía de la instalación, la escultura y la performance, sin embargo la necesidad de adaptarse al encierro forzado por la pandemia llevó al artista a reducir su espacio y redescubrir un medio que hasta entonces no había explorado: la acuarela. Lo que empezó como un experimento fortuito se convirtió pronto en una herramienta para pensar y crear de manera diferente.
Esta exploración no se dio en un vacío: coincidió con el inicio de su doctorado en estudios interdisciplinarios, donde pudo articular creación, docencia e investigación en un mismo territorio. Así, la acuarela se convirtió en un puente entre su práctica artística y la investigación académica.
“Creo que el arte contemporáneo es interdisciplinario en sí mismo. Cuando entré al doctorado —después de haber estudiado arte y un magíster en educación artística— pude decir abiertamente que mi trabajo cruza gestión, producción, creación, docencia e investigación”, explica.

Renato conversando con Alejandra entre materiales y obras. Fotografía por: Victoria Moreau
Su investigación actual aborda el fenómeno del sueño desde una metodología que él mismo desarrolló. “El artista resuelve problemas artísticamente. No necesariamente produce obras: hoy el artista es un pensador, un hacedor que responde a preocupaciones a través del lenguaje del arte”, afirma con mucha claridad.
Estamos en su taller de Viña del Mar, un departamento unos pisos más abajo de su hogar, convertido por él y su esposa en espacio de creación y concentración. Sobre una mesa tiene dispuestas más de 100 acuarelas, unaos cuantos colores y algunos pinceles con evidente uso.
Por momentos habla como artista, por momentos como investigador, y otras veces como alguien que aún intenta descifrar las rutas que lo han llevado hasta aquí.
—¿Qué te lleva a elegir la acuarela en estos últimos años?
—Llegué por accidente. Le dije a mi profesor Álvaro Oyarzún: necesito pintar. Nunca había pintado acuarela. Y él me dijo: “pinta. Agua, pigmento, papel”.
Con esas instrucciones mínimas comenzó. “Como no tenía formación técnica en acuarela, exploraba los materiales sin prejuicios. Mezclaba pigmentos minerales con acuarelas chinas de dudosa calidad, y ese choque generaba craquelados hermosos. Ahí encontré posibilidades”, explica.
Al principio fueron exploraciones abstractas, hechas en papeles gruesos comprados casi al azar. Pero algo se activó. A medida que pintaba, empezó a mirar pintores que nunca había estudiado con atención: Félix Vallotton, Georgia O’Keeffe, Hilma af Klint, Agnes Pelton. No buscaba imitarlos, aunque sus obras comenzaron a filtrarse en forma de guiños y citas visuales.
Así, mientras su técnica se afinaba y sus referencias visuales se ampliaban, otro eje comenzó a imponerse con fuerza: el sueño, tanto como experiencia personal como memoria heredada de su infancia. La acuarela se volvió un medio para explorar aquello que no se podía expresar solo con palabras o teoría.

Una de las obras de Renato en su taller. Fotografía por: Victoria Moreau
El sueño como problema, memoria y territorio íntimo
Esa relación íntima con el sueño y la memoria familiar encontró su primera expresión concreta en la serie Habla el sueño, expuesta por primera vez en 2021, en plena investigación doctoral y en pleno insomnio. Las 70 acuarelas que mostró entonces fueron hechas entre amanecidas, después de horas de lectura y escritura académica. Fue, según él, una manera de bajar la intensidad mental para intentar dormir.
“Mis horas de trabajo eran de madrugada. No podía dormir. En ese insomnio, la acuarela comenzó a ser un modo de ordenar el día. Yo pintaba para poder descansar”.
Pero el sueño, antes que un síntoma, era parte de una memoria más profunda.
—¿Qué lugar ocupó el sueño en este proceso?
—Mi abuela, Emma Olguín, era curandera en Petorca. Santiguaba sueños, sanaba el mal de ojo, curó mi bronquitis y el empacho cuando yo era niño. Mi tía también sanaba a distancia por medio del sueño. Esa es la memoria de mi infancia.
Esa memoria se filtró en las acuarelas como símbolos, lunas y umbrales que remiten a ese mundo de sanación y sueños que recorría su infancia. Cuando en el doctorado le pidieron investigar la memoria del pasado reciente en Chile, eligió la suya. Lo íntimo como micropolítica. “Tomé esa memoria y la llevé al problema teórico-científico. Mientras escribía, la acuarela apareció como una respuesta corporal para sostener todo eso”, dice.
Agrega: “Mi investigación doctoral parte desde una pregunta muy sencilla: ¿cómo se piensa y se produce desde el sueño? No como un concepto poético, sino como un fenómeno que se cruza con la memoria, el territorio y la biografía”.
Pintaba a las tres o cuatro de la mañana, se dormía, y al despertar encontraba formas que no recordaba haber decidido: cielos, cavernas, cuerpos de agua; simetrías, lunas, umbrales, fantasmas. “Estaba todo mezclándose: mis intereses, los materiales, mis insomnios, la herencia familiar”.
—Pero la forma ¿cuándo aparece?
—La forma aparece cuando empiezo a trabajar entre capas y craquelados. ¿Capas cómo? Capas brillantes y opacas, y entre ellas un borde difuso que surge como una línea que no llega a ser línea: es casi un dripping, donde un color quiebra a otro color. Ahí aparecen esas rajaduras, esos arcoíris, esos espacios. Los cielos también. Pero eran involuntarios. Los pintaba en ese momento del insomnio, un estado entre plena conciencia y no conciencia, cuando tienes ganas de acostarte pero no puedes hacerlo.
Pero sus acuarelas no nacieron para ser exhibidas. Eran exploraciones, un modo de descansar del pensamiento teórico. “Después entendí que estaban profundamente vinculadas a la investigación”, cuenta.
El curador José Manuel Belmar lo empujó a mostrarlas; la curadora Carolina Castro escribió el texto que dio nombre a la exposición. Así surgió Habla el sueño.

Cientos de obras sobre el mesón, cientos de insomnios de Renato. Fotografía por: Victoria Moreau
Entre disciplinas, imágenes y agua
Órdenes insiste en que la técnica no es un conjunto de reglas, sino un modo de abordar un problema. Por eso no rehúye a materiales económicos ni a métodos que otros considerarían “incorrectos”: “Soy súper desprejuiciado con los materiales”, dice mientras muestra distintos tipos de pigmentos y pinceles. “Eso también tiene que ver con mi formación: vengo del arte contemporáneo, de la instalación, de la intervención. La acuarela se volvió un lugar de libertad”.
Usa pinceles que regulan la cantidad justa de agua y trabaja varias obras en paralelo. Su pintura debe adaptarse a los microespacios del día. “Trato de hacer una acuarela rápida, eficiente, sencilla, pero que satisfaga la ansiedad por ver una imagen”, comenta.
Esta economía del material también define la técnica: “La acuarela es un lenguaje económico, sencillo, altamente emotivo y metafórico. Se ajusta a mi sensibilidad”.
Aunque trabaja en papel, sus series terminan ocupando el espacio como instalaciones. “Eso viene de mi formación en arte visual. No puedo separar disciplinas”, dice. Tampoco puede separar la acuarela del agua, aunque reconoce que controla más de lo que parece.
—¿Qué pasa con el agua en tu trabajo?
—Soy bien controlador. El paisaje es acuoso, pero el uso del agua lo mido. A veces quiero mucha agua; otras, solo la necesaria para activar el color. No uso técnicas de secado rápido: una pieza grande puede tardar una semana.
En ese proceso apareció una preocupación por la transparencia: no como efecto, sino como decisión. “Me importaba mucho que las capas no se atropellaran. Que la transparencia no fuera un efecto, sino una decisión”, dice. Empezó a trabajar con capas brillantes y opacas, cuidando que cada una respirara por separado. “La acuarela es agua, pero si dejas que la transparencia piense por ti, la obra se derrumba. Tenía que aprender a detenerme”.
La investigación lo llevó también a trabajos fotográficos, performance y otras exploraciones que luego adquirieron autonomía, como El sueño habita en la piedra, una acción fotográfica colaborativa desarrollada en el contexto de su tesis. Sin embargo, la acuarela quedó instalada como un lenguaje propio.
-No sé si dejaré de pintar acuarela. No es que aprendí una técnica, aprendí un modo de hacer y un modo de pensar por medio del agua y el color.

Renato Órdenes mira una de sus obras en acuarela. Fotografía por: Victoria Moreau
Renato Órdenes es artista visual, docente e investigador en arte. Licenciado en Arte (PUCV) y Magíster en Educación Artística (UPLA), cursa un Doctorado en Estudios Interdisciplinarios en la Universidad de Valparaíso como Becario ANID 2021. Ha participado en residencias y exposiciones internacionales en Francia, Argentina, Alemania, Estados Unidos, México y Chile, y es cofundador de Worm Cantera de Arte en Valparaíso. Actualmente dirige la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar y es artista docente en la Escuela de Arquitectura UV. Entre sus proyectos recientes destacan la exposición de acuarelas “Si la luna negra cerrara mis ojos” en Santiago y su colaboración con el artista interdisciplinario Hongbo Cai en la película The Strange Case of K.R. Mina, para la que realiza las pinturas que configuran el imaginario visual del film.